Por José Eugenio Hoyos
Cuando la mayoría
de los Carismáticos nos preparamos para celebrar el Jubileo de los 50 años de
la Renovación Carismática debemos entender que no son solo 50 años sino que es
una celebración para conmemorar un Nuevo Pentecostés en el mundo de hoy.
Hace 50 años
se hace una pausa para comenzar con más fuerza a llevar la identidad espiritual
Carismática a todas las naciones, es hace 50 años que hay un despertar
espiritual para que la corriente de gracia se renueve, fluya, y transforme con gran
impacto la vida de los Cristianos.
Es una gran
oportunidad para prender los motores de la Iglesia con la fuerza imparable del Espíritu
Santo sobre millones de creyentes.
Hace 50 años
que se prendió la antorcha de la Fe iluminada por el Evangelio de Cristo y la
custodia permanente del Espíritu Santo.
Desde Pentecostés,
y en la pausa desde hace 50 años el Espíritu Santo está llenando muchas vidas,
las estas renovando y uniendo fraternalmente. Él está construyendo su templo
con piedras vivas y llenas de fuego.
Se está
cumpliendo en la Renovación Carismática lo que escribió San Pedro a los
primeros Cristianos: “Acercándoos al Señor, piedra viva, desechada por los
hombres, pero escogida por Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en
la construcción del templo del Espíritu, formando un Sacerdocio Sagrado para
ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.” (1 Pe 2, 4-5)
La misión del
Espíritu Santo es unirnos a todos los Cristianos en una misma Iglesia, una
misma Fe, y un único Cristo el Señor.
La cultura
de Pentecostés nos invita a tener una nueva oportunidad de renovarnos, de motivarnos
a Evangelizar y a ser testigos de un Cristo Sanador y Liberador. La iglesia de Jesús
nació al soplo del Espíritu Santo y al impulso de su fuerza divina creció y con
nuestros Grupos de oración, alabando y orando sigue fortaleciéndose.
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