“El
Señor tu Dios está en medio de ti, ¡Él es poderoso y te salvara! El Señor estará
contento de ti. Con su amor te dará nueva vida; en su alegría cantara como en día
de fiesta” (Sofonías 3, 17-18)
Través
de las Sagradas Escrituras nos podemos dar cuenta de la disponibilidad que tenía
Jesús para todas las personas que el encontraba en el camino, nunca le negó la sanación
a los enfermos que le llevaron a ni mucho menos el perdón a los pecadores
cuando lo buscaron sus palabras refrescaban el alma y movían el espíritu. Vemos
a un Cristo cercano a los pobres y oprimidos. Sus manos no temblaron para
levantar a los caídos y resucitar a los muertos.
Su palabra
iba acompañada de autoridad para liberar a endemoniados y sacar espíritus.
Me
llama mucho la atención cuando observo detenidamente la imagen de la Divina
Misericordia pues puedo darme cuenta de que de sus manos salen rayos
misericordiosos acompañados de una gran variedad de colores. Esos rayos son las
fuerzas sanadoras y donde sale y brota la actitud misericordiosa de la sanación.
Jesús sostuvo la cruz con sus manos doloridas y desgarradas por los clavos, y
de allí broto sangre y agua para sanar y calmar el dolor de los que sufren.
Las manos
de Jesús tocan muchas veces a los enfermos en las Sagradas Escrituras y el
sentir las manos de Jesús es sentir el fuego medicinal que sana y cicatriza
nuestras heridas y dolencias.
Ahora
Jesús quiere utilizar las manos de los servidores que pertenecen al ministerio
de Sanación e Intercesión de la Renovación Carismática, esas manos no te
pertenecen le pertenecen a Jesús y son guiadas por el Espíritu Santo para
realizar maravillosas obras a favor de los más necesitados y excluidos en el
mundo. Solo en Cristo hay poder.
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