Por José
Eugenio Hoyos
La Renovación
Carismática tiene la obligación de dar fuerza y de participar invitando a todos
los bautizados a que conozcan lo que significa el vivir la cultura de Pentecostés
y tengan una devoción especial al Espíritu Santo, al Paráclito y al defensor. Se
nos dice que el día de Pentecostés todos estaban estupefactos y perplejos y se decían
unos a otros: ¿Qué significa esto? Otros en cambio, decían riéndose; ¡Están
llenos de mosto!” (He 2, 9-13)
El don del Espíritu
Santo a cada uno se nos presenta así íntimamente relacionado con los otros dos
aspectos de pentecostés que hemos considerado precedentemente: la fiesta y el
encuentro. En esta fiesta, el Espíritu Santo hace que se derrumben las barreras
que separan a los hombres.
Pentecostés inaugura
la misión Cristiana Carismática en el mundo presentando a la comunidad como el
lugar de la fiesta, del encuentro y de la reprocidad entre los creyentes. Toda la
Iglesia debe anunciar el evangelio a todos los hombres sin dejar a un lado la
importancia del Espíritu Santo. La interpretación y la vivencia de una cultura
de Pentecostés tendrá lugar cuando cada persona haya tenido la experiencia de
haber vivido un seminario de Vida en el Espíritu cuando haya nacido de nuevo y
cuando todos hayan intervenido en ella.
Quien lleva
el evangelio y comparte al Espíritu Santo deja al mismo tiempo que se lo
anuncie a aquel a quien lo anuncia un Católico que ha tenido la experiencia de Pentecostés
vive la vida con más alegría, lleno de Paz y entusiasmo y es rico en dones y
carismas.
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