Por José
Eugenio Hoyos
En la
actualidad muchos Católicos desconocen la fuerza y la presencia del Espíritu
Santo como también después que muchos jóvenes o adultos han recibido el
sacramento de la Confirmación se les olvido por completo que existen dones,
carismas y frutos del Espíritu Santo.
Al celebrar
la Fiesta de Pentecostés recordemos y tratemos de memorizar los 7 dones del
Espíritu Santo y que son el don de sabiduría, de conocimiento, de inteligencia,
el don de consejo, de fortaleza, el don de piedad y el don de Temor de Dios.
En
Pentecostés no podemos olvidar que también existen los carismas que son dones
ministeriales que dan una fuerza muy especial a la Nueva Evangelización,
también son dones espirituales especiales que el Señor nos da para edificar la
comunidad para construir la Iglesia. El Espíritu Santo esta en nosotros, desde
el día de nuestro bautismo porque somos templos vivos del Espíritu Santo, está
en nosotros con todos sus dones y todos sus carismas.
Dice San
Pablo que los dones o carismas que el Espíritu Santo nos da para el alivio de
los fieles en esos dones aparecen el don de Asistencia, el carisma de sanación,
el carisma de la fe que no duda.
Una de las
principales funciones del Espíritu Santo es la de glorificar a Cristo en
nosotros y llevarnos a Él para que le reconozcamos como nuestro Salvador y
Señor y con su poder ser sus testigos siempre y en todas partes. En efecto,
Jesús dijo a sus apóstoles, cuando les prometió él envió del paráclito: “El me
glorificara porque tomara de lo mío y os lo anunciara. Todo cuanto tiene el
Padre es mío; por eso os he dicho que tomara de lo mío y os lo hará conocer.”
(Juan 16, 14)
Y en verdad
el Espíritu Santo cumplió esta tarea en los apóstoles, y de allí en adelante en
ellos, y en los cristianos de todas las épocas.
En efecto,
el concepto que hasta el día de la Ascensión tenían los apóstoles de Cristo no
podía ser más corto. Cuando Él les “Manda que no se aparten de Jerusalén y que
pasados no muchos días, serán bautizados en el Espíritu Santo.” (Hechos 1,
4-5) Ellos se limitan a preguntarle:
“Señor, ¿Es ahora cuando vas a establecer el reino de Israel?” (Hechos 1, 6)
Es en
Pentecostés que aquellos discípulos antes tímidos y débiles, glorifican a
Cristo delante de los tribunales con su maravillosa confesión de Cristo.
De idéntica
manera esta ahora glorificando a Cristo el Divino Espíritu. Él nos está
conduciendo a Cristo para que lo recibamos alegres y agradecidos como a nuestro
único Salvador y para que lo aclamemos como a nuestro Señor. “Que toda lengua
proclame que Jesucristo es el Señor para Gloria del Padre.” (Flp 2, 11)
La salvación
no solo nos trae bienes personales, sino que nos da una vida nueva en una
sociedad nueva. La salvación se perfeccionara en el cielo, pero ha empezado ya.
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