Por Kelvin
Saravia
Una de las recomendaciones que le escuchemos al Padre José
Eugenio Hoyos asesor de la Renovación Carismática (RCC) en Arlington Virginia
en cada congreso a nivel local o internacional es: “Aquí no sana el Padre
Hoyos, ni ningún hombre tiene poder sanador o liberador. No le podemos quitar
la Gloria a Dios.”
Y el Padre Hoyos tiene mucha razón pues es solo Cristo que
con su sangre preciosa y poderosa sana al enfermo que cree, tiene fe y confía en
el medico de médicos: Cristo Jesús.
“Y estas señales acompañaran a los que creen en mi nombre:
echaran los espíritus malos, hablaran en nuevas lenguas, tomaran con sus manos
las serpientes y si beben algún veneno no les hará ningún daño, pondrán las
manos sobre los enfermos y sanaran” (Marcos 16:17).
Es importante que dentro de la Nueva Evangelización la
Iglesia con el ministerio a favor de los enfermos como la Renovación Carismática
Católica entiendan y den más formación sobre esta delicada misión encomendada
por el mismo Jesús.
Un ministerio de sanación bien formado en las bases de la
doctrina Católica y en obediencia a la jerarquía de la Iglesia, produce grandes
frutos que ayudaran a multiplicar las bendiciones en las comunidades y a
fortalecer los grupos de oración.
No olvidemos que Jesús ha venido con el fin de sanarnos y
liberarnos de cualquier atadura de pecado para darnos nueva vida con la fuerza
del Espíritu Santo. Y nos ha entregado en los creyentes dones y carismas para
vivir una nueva cultura de Pentecostés.
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