Por el Rev. Jose Eugenio Hoyos
Cada vez me convenzo más y más que somos muy afortunados de haber nacido en la Iglesia Católica Romana y de mantener viva nuestra fe, sin tener que cambiarnos a otra Iglesia o denominación o secta. Al identificarnos y vivir a plenitud como católicos comprometidos, podemos sentirnos orgullosos de la familia cristiana a la que pertenecemos. San Pablo en Efesios, Capitulo 1, versículos del 3 al 4 nos dice: “Bendito sea el Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo, por cuanto nos ha elegido en El, desde antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, ene l amor”.
Cuanto tomamos en serio y defendemos a la familia carismática universal es porque manifestamos de nuevo que estamos agradecidos con Cristo por todos los dones y carismas que el mismo ha sembrado en nuestras vidas, nuestras familias y nuestra comunidad. Cuanto más amamos al prójimo, a nuestras familias y reconocemos la necesidad de acercarnos más a Cristo, mas deseamos estar equipados con los dones del Espíritu Santo para participar activamente en la construcción de la salvación de todas las personas.
Cuando más nos enamoramos de Jesús, más deseamos dejar que Él nos utilice, a cualquier precio, para traer a otros a conocerle. Al desarrollar y ofrecer nuestros dones y carismas con la comunidad más bendiciones, se producen en cada uno de nosotros. Necesitamos reavivar los dones carismáticos con fe y esperanza permanente y también necesitamos orar por una nueva efusión de amor. Las dosis carismáticas con que inyectamos nuestras vidas producen bendiciones abundantes, sanan las enfermedades y nos dan fuera para continuar luchando en esta vida. “Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza” (2 Timoteo 1-7).
Triunfalmente el respirar, orar, admirar, reír, sanar, liberar, interceder, atestiguar milagros, participar en la Iglesia, vivir las alabanzas, sentir el latido del corazón, pensar, soñar, amar, etc., son algunos de las miles de bendiciones que entrega cada día Cristo en nuestras vidas. Desde ya siéntete bendecido por Dios.
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