Por José
Eugenio Hoyos
Una de las características de la Renovación Carismática es
una espiritualidad rica en oración, alabanza, dones y carismas.
Pero desafortunadamente por falta de formación hemos enjaulado
con nuestras actitudes egoístas el poder del Espíritu Santo.
Los Carismáticos debemos dejar que en nuestra oración en las
alabanzas, fluye y se siente la libertad del Espíritu Santo actuando en cada acción
que realizamos en los grupos de oración.
El Espíritu Santo libremente actúa en nosotros, pero quiere
nuestra colaboración: nuestra acogida o apertura humilde y amorosa, nuestra
acogida o apertura humilde y amorosa, nuestra acogida o apertura humilde y
amorosa, nuestra participación con gozo y acompañada con el fuego del Paráclito.
Hay diferentes maneras de unirnos más y más a Cristo. Una de
ellas es a través de la oración espontanea, efusiva o contemplativa.
Podemos decir con San Pablo (Gálatas 2,20) : “Vivo yo, pero
ya no soy yo, sino es Cristo que vive en mí.” Oro yo, pero ya no soy yo, sino
es Cristo quien ama en mí. Evangelizo yo, pero ya no soy yo, sino es Cristo
quien evangeliza en mí.
Dejemos a el Espíritu Santo ser El en nosotros dejemos también
al mismo tiempo que sea Cristo que se manifieste en nuestras oraciones y obras.
Si un amor humano profundo tiene poder de transformación. ¡Como
el amor de Dios no va a tener poder de cambiar y renovar nuestras vidas.
De nuestra parte es fundamental aceptar en todo momento el
llamado de Dios a tener encuentros más profundos con el Espíritu Santo. Todo es
posible cuando llevas en tu corazón la fuerza imparable del Espíritu Santo.
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