Por José Eugenio Hoyos
La forma de
curar y de sanar de Jesús a los que sufren enfermedades o dolencias, escuchándoles
consolándolos, hablándoles, tocándolos e imponiéndoles las manos. Su mirada
tiene un efecto penetrante cuando mira y toca al enfermo estos se reestablecen,
los sana en su cuerpo y también en su Espíritu, despierta en ellos unos profundos
deseos de cambio, de renovarse, de levantarse y de convertirse para poder así recibir
toda bendición liberación o sanación.
Jesús actúa
como el mejor y único cirujano de todos los tiempos, su función principal es
ordenar la sanación para todos aquellos que creen en El, ahora y siempre.
Nos dice San
Marcos capítulo 2 versículo 17: “No tienen necesidad de medico los sanos, sino
los enfermos; no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.”
Aquí vemos
claramente que se trata de una función divina que Cristo cumple con su predicación
y con sus signos.
No olvidemos
que Jesús realiza su más plena acción curativa cuando descubre en carne propia el
sentido de la enfermedad y el dolor en su pasión muerte y resurrección.
Siendo el
justo sufriente, cumple la profecía de la liberación de todo mal y sufrimiento.
Jesús invierte el sentido ciego de la enfermedad y del dolor mediante el amor
redentor.
Cuando Cristo
está en la Cruz se realiza el momento de sanación y liberación más grande de la
historia, pues su sangre y sus llagas se convierten en la medicina y en el acto
más generoso para con todos los enfermos y sufrientes de este mundo.
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