Por José Eugenio Hoyos
La Renovación
Carismática es una corriente de gracia llena de bendiciones porque viene
directamente de la bendición infinita que es el mismo Dios con la fuerza del Espíritu
Santo.
Los Carismáticos
debemos estar en formación continua perseverantes en la oración y al cuidado de
los dones y carismas pues el maligno desea en todo momento arrebatar esas bendiciones
puestas en los corazones de los creyentes.
El mismo
Cristo con su sangre ha inyectado esa fe en nuestras vidas. Ha asegurado colmar
de bendiciones a todos aquellos que le aman. “Bendito el hombre que confía en
el señor.”
Vivir bajo
la bendición de Dios es dejarnos impactar por El, permitir que el reino de los
cielos, proclamado por Cristo, se
manifieste en nuestras vidas como experiencia viva de sanación, unción, renovación,
liberación y salvación. Esa bendición es la fuerza de una palabra cargada de
amor que da la vida al corazón y luego brota un gesto de agradecimiento por
parte de quien la recibe.
El espíritu Santo
garantiza con su sello el pleno carácter Cristiano de nuestra oración. Nos lleva
directamente a encontrar las bendiciones. Nos hace proseguir la oración de Jesús.
“En aquel momento, el Espíritu Santo lleno de alegría a Jesús, que dijo: “Yo te
alabo, padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a
los sabios y prudentes y se las has dado a los sencillos. Si, Padre, así te ha
parecido mejor.” (Lucas 10,21)
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