Friday, June 10, 2016

El Espíritu Santo concede Carismas y Dones a una Iglesia en Acción


Por José Eugenio Hoyos


Nuestra Iglesia necesita formar más no solo en la doctrina sino también en todo lo relacionado a los Carismas y dones y en lo concerniente al Espíritu Santo.

El Espíritu Santo no es exclusividad ni un monopolio ni de la jerarquía ni de algunas personas expertas en teología ni en dogmas.

El Espíritu Santo es de todos los creyentes, es la promesa, el paráclito, el defensor y el abogado que otorga sus “Carismas” a todos los miembros vivos del cuerpo místico de Cristo.


Por “Carismas” o “Dones” no hay que entender necesariamente acciones extraordinarias como los milagros, las curaciones o el hablar en lenguas. Tales dones han existido y aún siguen ocurriendo y manifestándose en un pueblo unido en oración y que espera con fe.

En San Pablo, que es autor del término, “Carisma”   significa don, talento, que apunta a una dirección y busca el objetivo de la gracia de Dios San Pablo sitúa el matrimonio entre los carismas y proclama en un texto admirable que el mayor carisma es la caridad. (1 Cor 13) Cada uno tiene sus dones, que debe poner al servicio de la edificación de la Iglesia del cuerpo de Cristo.



Es el movimiento eclesiológico de los últimos cincuenta años y el del Vaticano II. Justamente cuando una mayoría de instituciones sufren una crisis, cuando se derrumban grandes estructuras, el Espíritu Santo suscita por doquiera explosiones del Evangelio.

Las personas tienen sus dones y carismas; los pueblos también y además su historia. San Pablo define el Espíritu como koinonia, comunicación, comunión (2  Cor 13,13)

Con el Espíritu Santo estamos Bendecidos, Encendidos, Sanados, Liberados y en Victoria.  

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