Por José Eugenio Hoyos
“Sus
caminos vi. Yo le curare y le guiare, y le daré ánimos a él y a los que con el
lloraban, poniendo alabanza en los labios: ¡Paz, Paz al de lejos y al de cerca!
Dice Yavé. Yo lo sanare.” (Isaías 57, 18-19)
Por lo
vivido en mis 30 años de vida Sacerdotal y como miembro activo del ministerio
de sanación, y con la experiencia que Dios me ha regalado a través de las
predicaciones que he podido realizar a nivel internacional, puedo asegurar que
creo firmemente en la sanación física, sanación anímica, en la sanación
intergeneracional, en la sanación de recuerdos y en la salvación espiritual
pues todas ellas se interrelacionan de modo especial en quienes viven en su
totalidad de dimensiones, como personas activas en la oración y personas
creyentes convencidas del poder absoluto de Jesucristo.
El mismo
Jesús no ha descansado un minuto en su labor y ministerio de curación, su sanación
es la misma de ayer y la de hoy.
La sociedad
actual está pagando las consecuencias por el desgaste ambiental, no
desconocemos que la ciencia y la medicina han avanzado pero cada vez hay más
enfermos a raíz del cambio climático, el deterioro de la naturaleza que están
causando estragos a los seres humanos. Los excesos en el alcohol, drogas, los
alimentos manipulados en laboratorio con hormonas y químicos. Provocan diversos
tipos de dolencias y epidemias; la pobreza y el hambre, la falta de higiene y
la explotación, la violencia y la guerra, originan varias situaciones de
enfermedad y trae al mundo moderno nuevas plagas apocalípticas.
De nuevo
reconozco que hay avances en la tecnología y en la medicina especializada para
la curación de enfermedades. Antes la mortandad de los enfermos contagiados con
el virus de sida era alarmante en estos últimos años ha disminuido pero no es
suficiente, ni ha sido la solución a los problemas de la salud.
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