A todo cristiano se le pide que viva en
gozo y que sienta el poder del Espiritu Santo en sus vidas personales y en la
de sus familias. El alcohol siempre ha sido un gran enemigo del Espiritu, y
grandes consecuencias ha traído a las familias cristianas.
Pero hay una nueva forma de
emborracharse, y es llenarse de gozo, bailar, saltar, gritar y emocionarse con
una gran dosis que le da el Espiritu Santo. “No se emborrachen: el vino lleva
al libertinaje; más bien llénense del Espiritu Santo, úntense para rezar
salmos, himnos y canticos espirituales. Canten y celebren interiormente al
Señor dando gracias a Dios Padre, en
nombre de Cristo Jesus, nuestro Señor, siempre y por todas las cosas. Sométanse
unos a otros por consideración a Cristo” (Efesios 5, 18-21).
Igualmente esto les sucedió a los apóstoles
el día de Pentecostés, en el nacimiento de la Iglesia: “Entonces Pedro, poniéndose
en pie con los once, alzo la voz y les hablo diciendo: varones judíos, y todos
los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque
estos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera
del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Josel” (Hechos 2, 14-16).
Según el Salmo 100, versículo 4,
cuando nosotros los carismáticos alabamos (aplaudimos, aclamamos,
exaltamos, imploramos, danzamos, adoramos) podemos entrar con confianza ante la
presencia de Dios. La música y la danza estaban
presentes en las celebraciones. Con todo este talento y los carismas que Dios
ha puesto en nuestras vidas, unamos nuestras voces, contemos y celebremos el
pertenecer a la familia Carismatica mundial y embriaguémonos en la alabanza y
en la oración para aclamar a gritos que Cristo está vivo y el tiempo de
sanaciones y liberaciones ha llegado con fuerza.
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