Por José Eugenio Hoyos
Los Carismáticos
debemos mostrar en nuestras actitudes, oraciones, alabanzas que el Espíritu Santo
fluye en cada persona y en cada grupo de oración. Quien guía y mueve la cultura
de Pentecostés es el mismo Espíritu Santo.
Desde Pentecostés
hasta nuestros días hemos experimentado que el Espíritu Santo fue el motor para
mover la gran promesa de Cristo y abrió las puertas del cielo para el gran
derramamiento de los dones y carismas.
Muchos Católicos
han sido bautizados y confirmados y se supone que tienen al Espíritu Santo en
sus vidas, pero no lo muestran, no lo dejan actuar.
Encontramos en
la Renovación Carismática hermanos(as) Carismáticas que creen estar caminando
con Jesús como la hacían los discípulos antes de Pentecostés. Vivian con El, comían
con El, lo tenían muy cerca… pero seguían siendo temerosos, cobardes, aun no entendían
la totalidad del proyecto del plan de Dios porque les faltaban esa “Infusión
del Espíritu Santo.” El Espíritu Santo viene a liberar, sanar, ungir y
transformar.
Los Católicos
que critican a la Renovación Carismática porque en sus grupos producen ruido,
sonidos altos y alabanzas muy alegres y movidas mejor sería que se fijaran en
el 90% de personas inmóviles y estáticas que no hacen nada en la Iglesia,
prefieren que haya un coro de una persona y a punta de piano silencioso para no
tener que abrir la boca y cantar en la Misa. En los tiempos que estamos
viviendo debemos anunciar un Cristo vivo y no que cada Eucaristía sea un “Domingo
de funeral” lógico respetando una doctrina y una liturgia sana.
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