Las palabras de Cristo tienen poder y autoridad sobre cualquier
problema, situación difícil o enfermedad. Esto lo hemos confirmado en las misas
de sanación. Al invocar el nombre de Cristo y al orar por los enfermos.
Un día los sumos sacerdotes y los ancianos le preguntaron a
Jesus: “¿Con que autoridad haces esto? ¿Quién te dio esta autoridad?” (Mateo
21: 23). La autoridad es el poder de actuar en nombre de alguien más. Es algo
que le pertenece a otro. Tenemos ese poder porque se nos ha dado con la fuerza
del Espiritu Santo. Después de la resurrección, Jesus le dijo a sus discípulos:
“Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto vayan…”
(Mateo 28, 18-23). A Jesús se le había
dado autoridad. ¿Cuánta autoridad? Toda autoridad en la tierra y en el cielo. Cristo
lo tenía todo. Sanaba a los enfermos, perdonaba los pecados y proclamaba el
Reino de Dios por la autoridad que se le había dado. La autoridad de Jesus a
sombraba a la gente. Se decían unos a otros: “¿Qué clase de palabra es esta?
¡Con autoridad y poder les da órdenes a los espíritus malignos, y salen!”
(Lucas 4:36). Nunca habían visto nada así. Nuestra autoridad en los ministerios de sanación, intercesión y liberación radica en nuestra relación con Cristo.
(Lucas 4:36). Nunca habían visto nada así. Nuestra autoridad en los ministerios de sanación, intercesión y liberación radica en nuestra relación con Cristo.
Él tiene la autoridad para enviarnos y si somos enviados los
servidores carismáticos somos portadores de la esperanza y del amor compasivo
de Cristo sobre los enfermos y necesitados. La autoridad de sus palabras y la
obra de Jesus continua en nosotros, porque nos envió como instrumentos suyos en
este mundo. Él quiere llevar la buena nueva a todo ser humano y que nosotros ocupemos
nuestro puesto en la gran obra de sanación y liberación de enfermos.
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