Cada día encontramos en nuestra comunidad inmigrante
personas que se encuentran solas, humilladas o deprimidas y tienen mucho
sufrimiento y depresión.
El hombre de nuestra sociedad actual está siendo presa de terribles tristezas, de recuerdos del pasado, se encuentra desorientado, porque ha abandonado a Dios y ha perdido el sentido de su vida.
Estamos encontrando dentro de nuestras familias a personas que están sufriendo de depresiones severas, una salida frecuente de la depresión profunda es la tentación de acabar con su propia vida, sobre todo cuando la fe religiosa escasea; cuando no hay motivación ni confianza en la iglesia.
El número de suicidios aumenta en los países más desarrollados y a las personas que más sacude es a los más pobres y a los que han perdido la esperanza y están alejados de Dios y hay una marcada ausencia de la oración.
Por eso cuando te sientas triste y afligido necesitas
primero buscar un sacerdote o a un miembro de la iglesia que te escuche, te
haga sentir parte de esta iglesia universal y te guie a tener un encuentro
personal con Cristo Jesús, Él que te va a sanar y liberar de tus penas y
amarguras.
Necesitas abrir tu corazón a Dios, recordar tus valores,
tener presentes las metas y objetivos que te has propuesto para realizar en tu
vida y con tu familia.
¿Piensa que el sentido último de tu vida sólo se encuentra
en Dios, que Cristo no te va a defraudar y que es Él que debe ocupar el primer
lugar en tu vida?
Apóyate en la roca firme y sólida que ya tiene nombre:
“Jesucristo”. Si tú acudes a tus creencias religiosas y eres constante y asiduo
en la oración, podrás probar por propia experiencia, el consuelo y el ánimo que
se encuentran en la fe y en la comunicación con Dios, para los momentos más
duros y amargos de la existencia.
Pero con Cristo seremos vencedores de los momentos más
amargos en la vida. Dios nunca te fallará aunque pienses que todo se hunde a tu
alrededor — Dios te ayudará y te sostendrá con su bondad infinita, porque
“sabemos que Dios dispone de todas las cosas para el bien de quienes lo aman”
(Rom 8:28).
Con Dios, en el corazón no habrá sufrimiento.
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