No dejo de asombrarme en cada evento, encuentro o congreso
carismático el gran despliegue de entusiasmo por parte de los creyentes llenos
del gozo y del fuego del Espiritu Santo. La Renovación Carismática Católica
está llenando todos los
vacíos existenciales y espirituales, llenando de fe a todos sus integrantes
dando como resultado poderosas conversiones, sanaciones y liberaciones.
A los carismáticos con una sólida formación pastoral y gran
conocimiento de la doctrina de la Iglesia, si son bien aprovechados, valorados,
respetados y tenidos en cuento por los párrocos y obispos pueden llegar a ser
claves e importantes para la nueva evangelización. En vez de condenar, prohibir, criticar, hay
que dar formación e instrucciones para un mejor servicio en la Iglesia y en las
nuevas generaciones de creyentes. A la juventud hay que ponerle mucho cuidado,
darles importancia, dedicarles tiempo, pues, así evitaremos que las sectas o
“iglesias cristianas” sigan llenando las iglesias. Hay que dejar que los
jóvenes carismáticos también sean protagonistas, mucho tenemos que aprender de
ellos.
No podemos olvidar que profetizar es dar a conocer lo que
Dios dice a su pueblo, y el profeta lo transmite por la acción del Espiritu
Santo que lo impulsa. En la Renovacián Carismática hay una gran sed de conocer
la palabra de Dios, de vivirla y ponerla en acción. Nuestra sociedad necesita
urgentemente nuevos profetas que anuncien que Cristo está vivo y ha resucitado.
Los profetas carismáticos están llamados para llevar a esta generación una
sanación y liberación urgente. San Pablo se maravilla del trabajo del Espiritu
Santo que transforma a los creyentes en imágenes de Cristo, que a su vez, es
imagen del padre (2 Cor 3, 17-18). En oración, alabanza y formación nacen los
nuevos profetas carismáticos.
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