Encontramos en la vida personas caprichosas, inconformes, orgullosas, soberbias que no quieren aceptar a Dios como nuestros antepasados, abuelas, padres de familia, Las Sagradas Escrituras o los catequistas nos han enseñado. Queremos fabricar e idearnos un Dios a nuestra manera o en muchas circunstancias sacarlo de nuestra vida porque su presencia nos estorba o nos impide hacer lo que queremos en nuestras vidas.
“Un hombre quería construirse un Dios. Sabía que se trataba de una empresa difícil y compleja, pero estaba decidido: construiría un Dios. Echó cálculos, saco lápiz y hoja y comenzó a escribir: en primer lugar, mi Dios tendría que ser omnipotente. Y el hombre dedicó una buena parte de su vida acumulando poder para su Dios. Junto los cuatro vientos, recogió fragmentos de rayos esparcidos por la tierra, reunió gritos y alaridos de toda clase y los guardo en un frasco de cristal.
Después supo que su Dios, para que fuese tal, debía ser inmortal. Quedo perplejo ¿Cómo lograr la inmortalidad para su Dios? Después de muchos años, después de mucho embarcarse y trajinar logró dar con la solución: Las piedras no mueren- le gritó el eco de las montañas (aunque no advirtió que su grito provenía más de su alma).
Es verdad, se repitió internamente las piedras no pueden morir, reunió una gran cantidad de piedras, rocas, mármoles, granitos y cuarzos y lo puso junto a los cuatro vientos.
Ahora necesito un nombre para mi Dios. Se dijo satisfecho. El hombre ya viejo y encorvado por tanto esfuerzo, no podía creer que buscar un nombre para su Dios fuese la cosa más difícil de todas. Se dio cuenta, desconsolado que de nada había servido concentrar toda la fuerza y todos los gritos y toda la eternidad. Su Dios no tendría nombre. Y por lo tanto nadie lo podría invocar o temer o contar con sus hazañas. Su Dios no era más que un impotente intento. Entonces gritó a las criaturas, de entre las que había sacado los materiales para su Dios: “Poned vosotros un nombre a mi Dios! Y la Creación respondió al unísono: Es un monstruo. Eso no es Dios. Un monstruo ¿Pero es que no ven la fuerza que tiene? ¿No escuchan sus gritos de poder? La creación volvió a responder: esa fuerza no es más que el viento de tu vanidad. Y las piedras no tienen vida y por eso no pueden morir. Las piedras no son más que la dureza de tu corazón.
muchas bendiciones amados hermanos en el nombre de Jesús.
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