Por el Rev. Jose Eugenio Hoyos
Van corriendo con mucha rapidez el regalo que nos ha dado Jesús con su testimonio de vida y oración en cuarenta días que marcan el tiempo litúrgico dela Cuaresma. Estos cuarenta días hay que tomarlos con mucha seriedad y responsabilidad pues traen grandes resultados en nuestra vida espiritual y nos acercan más a nuestro Padre. Es realizar con alegría un alto en nuestras vidas llenas de tanto trabajo, preocupaciones o sentimientos encontrados para renovarnos, refrescar nuestra fe y vivir a plenitud los Sacramentos sobre todo la penitencia.
La práctica del ayuno y la abstinencia fortalecen en verdad el alma y el espíritu. No olvidemos que la ley del ayuno obliga a hacer una sola comida durante el día, pero no nos prohíbe digerir otros alimentos suaves. El ayuno es obligatorio para todos los católicos mayores de edad hasta que hayan cumplido 59 años. Son días de ayuno y abstinencia el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. La ley de la abstinencia prohíbe el uso de carnes, la abstinencia todos los viernes de Cuaresma. Se aconseja de que si a usted se le olvida o no tiene buena memoria o le falta disciplina escribir un rótulo o letrero en la cocina donde diga: “los viernes de Cuaresma no se come carne” y esto le ayudará grandemente a cumplir con esta ley.
Para que vivas con entusiasmo y te beneficies espiritualmente de la cuaresma, lee un libro con mensajes bíblicos, asiste a un retiro, visita al Santísimo Sacramento y dedica media hora de oración o en silencia y te llenarás de una gran fuerza poderosa, visita un hospital, trata de escuchar música con alabanzas cristianas. Comprométete a luchar por la justicia social y por el respeto a los inmigrantes, aboga por la defensa de la vida. Trata de no enojarte y de emplear palabras positivas.
Coloquemos a Cristo como el centro de nuestras vidas en este tiempo cuaresmal, no olvides que Él es la luz del Padre, proyectada hacia el mundo; Cristo es el que abre el telón oscuro y nos permite ver a Dios. Él es quien posibilita que el hombre pase de la noche de la ignorancia a la luz de la fe. Él es quien revela el misterio del pecado, del dolor y de la muerte, y el misterio del perdón, de la gracia y de la vida definitiva. Cristo nos acostumbra a conocer al Padre, y fortalece con la fe nuestros ojos débiles. Ayunando y practicando los sacramentos y en asidua oración espiritualmente nos mantendremos fuertes en nuestro diario vivir.